Juan Martins, entre el drama, la poesía y la calle

IG Story IG-FB**Alberto Hernández**

La Bermúdez de Maracay, que es calle y avenida a la vez, se muestra muchas veces arisca. Entre el silencio de los paseantes y la algarabía de los árboles de su isleta, camina un hombre. Se mueve como si estuviese extraviado. Ve hacia los lados y se tropieza con un poste. Cree saber que habla porque ya tiene en mente un personaje para sus obras de teatro. Sabe ese hombre que todo lo que acontece en la vía es motivo de recreación, de invención para su teatro y para la poesía, el ensayo y los relatos. Anda con los géneros literarios revueltos en la mirada.
Ha llegado a expresar que en la calle están sus ensayos, luego revisados con los ojos puestos en la investigación.
Es Juan Martins, quien se ha dado a la tarea de ser lo que siempre ha sido: un hombre de teatro dedicado a escribir libros, a verse en las líneas de sus poemas y a reflexionar acerca del hecho novelesco en autores que lo acosan.
En la ciudad que lo habita, Martins juega con las horas; lucha contra los demonios de un país que aún vive pegado de la esperanza.
Habitado por el ADN lusitano, Juan Martins de Oliveira nos motiva a un encuentro que pudo haber sido en un café, pero que la situación actual y una mascarilla evitaron la cita para esta conversación, que se ha dado gracias la invención virtual.
Entonces hablamos. O mejor, habló él y este redactor formuló algunas preguntas.

1.- Eres hombre de teatro, dramaturgo y director, ¿cómo accedes a la poesía luego de transitar por un lenguaje tan estructurado como el dramático?

Juan Martins: Esa estructura del drama no se pelea con la poesía, por el contrario, dialogan, viene de la mano. No siempre juntas, pero su relación con el tratamiento de la palabra se pone en marcha hacia la creación, diría, de mi propio lenguaje: lo poético o la figura del verso se instala en los diálogos. También, el territorio del poema ha estado siempre en esa búsqueda personal, no única cuando tomo del poema a modo de sitiarlo, como dije, dentro del drama. Aquí entonces es necesario destacar que el drama, de acuerdo con Fernando Pessoa, es la máxima del poeta. Nuestro amigo Pessoa pensaba que el drama (su escritura) es la expresión del poema. No establece entonces diferencias entre uno y otro. Veamos un asunto para ejemplificar: cuando Pessoa nos escribe su Teatro estático notaremos cómo éste se presenta libre de acotaciones y, como él decía, sin la acción dramática. Entendiendo por esta las formas expresivas del teatro o de la acción que lo diferencia, puesto que el cuerpo del actor interviene: la acción, el desplazamiento, el ritmo, la cadencia de aquella dicción del diálogo y lo narrativo (la historia propiamente teatral), por medio de lo cual decimos que aquello o lo otro es teatro. Después de todo cuando el dramaturgo, dentro de su convención, lo asume sabrá que trata con ese cuerpo, en tanto la construcción del personaje y de cómo se «mueve» ahora en el cuerpo del actor. Qué hace en ese caso Pessoa: rompe con toda esa formalidad del discurso y somete su poesía al diálogo, considerando que el verso funciona en él. Y más que funcionar, se arriesga con el hecho de que pertenezca al texto dramático, no obstante, al continuar con la poesía, no me divorcio del teatro. Y viceversa. Me divierto al tratar de crear esta ruptura con esos discursos. Separo un género del otro cuando es necesario, al tiempo que cruzo las formas para continuar. Por lo que voy viendo, me someteré a una y otra disciplina y, con ello, entender todavía cómo se comportan esas diferencias. Al ejercitarme en tales diferencias no eximo un género por el otro. La poesía continúa porque me lo exige. No existe mala ni buena poesía. Sólo eso: poesía. Y es una responsabilidad con mi propia voz trabajar el poema. Me siento, escribo y al escribir mi cuerpo me induce. Y la mano que escribe viene de vivir esta mixtura de los géneros. Vida, cuerpo y poema se organizan en la disciplina. Cuando me siento a escribir un drama, no pierdo de perspectiva, esa firmeza con el poema. Logro acceder a la poesía porque por encima de todo está el rigor. Exige tiempo, dedicación y entregarme al silencio. Muchas horas de trabajo. Me cuesta mucho escribir un poema. Es cada vez más difícil. Escribir es muy difícil y, como dice António Lobo Antunes, el talento no existe, sino el trabajo.

2.-Teatro y poesía, ¿se cruzan, cómo lo haces?

J.M.: Sí, en parte por todo lo que te expresaba hace rato. Sin embargo tu pregunta me permite decir que el teatro es una experiencia ajena a lo literario. Te puedo sonar contradictorio con la respuesta, pero es así. El teatro no es literatura. Es cuerpo y acción. Lo que sucede es que interviene un hecho que lo relaciona: la dicción, es decir, la palabra debe encajar con lo escenificado. Palabra y escena se unen y nos encontramos con lo que llamamos «teatro». Cuándo se cruzan, en el momento que esta dicción del actor vine del poema. Lo que tiene que decir es poema, se asocia a la poesía. Si hago teatro puedo entender esta relación y el término de eso llegar a producir felicidad cuando, claro, lo haces bien. En tal caso, cuándo saber que lo haces bien, al momento que adquieres conciencia de esas diferencias. En las que insisto para no perderme en esta navegación que significa la teatralidad. Y, te puedo asegurar, Alberto, funciona. Te pongo un ejemplo, tú viste el espectáculo que dirigí, «Mariana», de José Ramón Fernández, con la interpretación de Mirla Campos: un texto que en principio es un canto, en tanto es poesía alcanza, sólo así, una dimensión teatral. Y muchas alegrías me ofreció dirigir a la actriz. Allí, desde una manera tangencial, pero protagónica, estuvo presente el poema. Insisto, tienes que tener claras esas diferencias para lograr la estructura artística. Me espejo en una poética la cual he descubierto con los años de trabajo.

3.- Y ahora, la narrativa, el cuento, el ensayo. ¿Se trata de una necesidad estar en varios géneros?

J.M.: Así es. Si me permites decirlo, es con la poesía que me siento más firme, más a placer con la escritura. También tengo que decir que si me preguntaras, perdóname el eufemismo, cuál otro oficio me gustaría ejercer te respondería de inmediato: novelista, sin embargo uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede. Aun así, este encuentro con la narrativa me fascina. Así que aprovecho la oportunidad para agradecer al importante apoyo del Centro de Língua Portuguesa – UPEL – Maracay y del Instituto Camões de Cooperação e da Língua de Portugal, así como al Ministério dos Negócios Estrangeiros de Portugal por su invalorable aporte a la producción, en formato digital, de mi libro El vuelo fractal de la mosca, agradezco también a Eduardo Casanova por escribir la adenda para este libro de relatos. Me siento comprometido ante tanta generosidad recibida. No sé, por otra parte, me he hallado en medio de estos géneros, son ellos los que me buscan. Es un efecto natural de la lectura: en procura de saber cómo hacen otros narradores, me involucré en ellos y de allí al ensayo, siempre en la medida de lo heterodoxo. Se relacionan, entonces creo que tu pregunta es muy pertinente en el contexto de mi escritura.

4.- ¿Cómo concilias los géneros? ¿Hacia a dónde apuntas?

J.M.: Gonçalo M. Tavares me ayudó a encontrar una respuesta a tu pregunta. Cuando dice qué no escribe con los géneros sino con el alfabeto. Y aquí descubrí una herramienta para mi estilo, la cual ayuda a comprender mi aptitud orgánica ante la escritura. No escribir desde el rigor del género, sino de lo que surja en el acto mismo de escribir. Un gesto corporal si se quiere. Apunto a la calidad de escribir, sustentarme en aquello que Yolanda Pantin ha dicho en una ocasión: a partir del distanciamiento estético. Este es, dejar reposar un tiempo el texto y volver a él. Lo que surja de allí se lo dejo a los lectores. Que sea el lector quien juzgue. En una relación más amorosa que conceptual con éste. Te doy un ejemplo, Tavares, deja descansar años sus textos.

5.- El lenguaje académico en tus letras. ¿No crees que es importante asumir con más claridad, menos opacidad, el universo de personajes, de la trama y los signos?

J.M.: Has dado en la llaga. Como crítico debo tener rigor conceptual y metódico para la investigación que en parte ha acompañado a mis ensayos, sin embargo éste no debe ahogar la claridad. Es un compromiso el cual me exige la escritura, si acaso quiero tener lectores. Te tomo la palabra, Alberto. Debo encarnar los personajes y meter la vida en la formalidad de la escritura. El signo, como a Barthes, debe liberarme. Sé que, en ciertos contextos, el rigor en mi condición de crítico teatral ayuda a los actores asirse de un método. Cuando realizo crítica teatral, siempre me dirijo a ellos. Me lo agradecen. Aun así «lo cortés no quita lo valiente». De aquí en adelante sé que debo exigirme y alcanzar al lector que espera.

6.- Tu relación con el mundo lusitano. ¿Qué hay de Saramago, Pessoa o Tavares en tu trabajo?

J.M.: Somos lo que leemos. E, insisto, además de Gonçalo M. Tavares, están presentes en la búsqueda de mi estilo. Han conformado mi estilo, entre otros, por su puesto, como lo son Enrique Vila-Matas, Mario Vargas Llosa, Haruki Murakami o Roberto Bolaño. Y me estoy refiriendo a la zona de lo narrativo o lo ficcional puesto que en poesía han sido Borges, Rafael Cadenas, Alejandra Pizarnik, entre otros. Tu misma escritura, Alberto, ha influido en mí. Permíteme el gesto de confianza. Por supuesto, debo decir que la literatura portuguesa me anda buscando por más que me escabulle de ella. Es el caso del novelista portugués José Luís Peixoto. Muy bueno. Lo estoy leyendo en estos momentos.

7.-¿Por qué Murakami, Bolaño o Vila-Matas en su afanosa escritura?

J.M.: Me divierto con la literatura. Encontrarme con estos escritores ha sido un placer, mi deseo con la escritura. Me tomo esta licencia por el disfrute con lo literario y descansar un poco del rigor investigativo que, como te decía, a veces no quiere separarse de mí. El ritmo, la cadencia y la atmósfera que crean éstos me apasiona. Me enseña. Ahora estoy en medio de ese ritmo. Quizás venga pronto otra cosa, ya que hay tantas literaturas como gente. Eso es lo divertido. Su diversidad. Ah, lo olvidaba, hay un autor que no debemos dejar de lado: António Lobo Antunes.

El vuelo fractal de la mosca

©Centro de Língua Portuguesa. UPEL Maracay.
©Camões Instituto da Cooperação e da Língua.Portugal.
Fecha de lanzamiento: sábado 25 de julio, hora: 2:00 pm.
por medio de su red Instagram:https://bit.ly/3fPxblK

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Ensayar para un ensayo

Alberto Hernández

Tavares BookCoverEscribir como quien escribe un libro para retozar alrededor de él, o mecerse en un columpio. Escribir para ensayar los pasos de un baile y luego leer a un poeta, “explicarlo”, analizarlo, desnudarlo. Escribir para buscar a alguien en India o encontrarlo en un reino, adentrarse en Jerusalén, aprender a elevar preces mientras el humor destaca, son algunas de las peripecias que Goncalo M. Tavares usa para deslizarse feliz entre los géneros y hacerlos a un lado y crear el que él extiende como sábana en la cama. O como mantel sobre una mesa donde las palabras están tan vivas que muerden.

Juan Martins lo aborda, lo usa como ariete para adentrarse en un mundo, en un paisaje diverso de escritura que lo ha convertido en uno de los escritores más importantes de la lengua portuguesa y ya traducido a muchísimos idiomas forma parte de una leyenda viva, literaria, existencial, imaginativa, imaginaria, desdoblada en todas las maneras de decir en el trazo de su escritura, a través del idioma que ha dado a Camoens, a Pessoa y ha cabalgado sobre el lomo de sus libros como una demostración de que escribir se sujeta a la plena libertad de inventar y hasta de burlarse de quien lee o no lo hace, porque de alguna manera el que no lector es también personaje.

¿Cómo escribe este hombre?

De diversas maneras, pero más lo que escribe ese tallador de aventuras verbales, vertiginoso en todas sus inclasificables libros: novelas que no son novelas, cuentos que se derriten en un poema o en una burla tierna, ensayos que son vehículos a toda o poca velocidad. Ensayos para ensayar y ensayarse. Poesía que se hace conferencia, personajes y señores del mundo de las letras que son tuteados, reunidos para adentrarse en un verso y removerlo, quitarle la ropa, añadirle otros verbos y adjetivos. En fin, un sujeto que bien vale tenerlo presente como lo ha hecho Juan Martins en su estudio, quien desde lo académico nos lleva a su yo y se emparenta con Tavares, con toda confianza, porque así trata el autor portugués nacido en Luanda (Angola) a quien osa leerlo.

Es decir, leemos a Martins y luego desembocamos en Tavares. O viceversa. Martins registra la escritura de Tavares y seguramente Tavares volverá la cara y registrará la de Martins. De sangre lusitana ambos, habrá alguna complicidad desde estos trópicos que tiene todo de absoluto.

Hablar de este escrito, habitante de la Lisboa de Fernando Pessoa, deviene aventura gozosa, y así lo hace saber nuestro ensayista que ensaya con Tavares. Desde los libros que ha leído, ya ha sido leído desde Tavares, porque este autor –en su lúdica exposición- es, sin lugar a dudas, uno de los escritores más felices del planeta. No tanto por la fama de la que ahora disfruta, sino porque escribe desde el goce, desde una felicidad protegida por la libertad individual, solitaria o colectiva en la que se podría mover mientras hace que –por ejemplo-  algunos “senhores” de la literatura sean “abusados” por él en entrevistas en las que André Breton, T.S. Eliot, el hombre de las correspondencias, Swedenborg; los señores Walser y Kraus sean diagnóstico y pronóstico en las manos de Tavares, quien los pasea por un juego donde también participa Bach en un “barrio” de edificios, vecinos todos del portugués.

De tanto en tanto, otros libros, varios que Juan Martins revela a quienes poco o algo sabemos de este trazador de aventuras nacido en 1970, quien se ha hecho acreedor de importantes premios en medio mundo.

Ensayar para un ensayo, aquí queda como entrada y reconocimiento a esta investigación del escritor Juan Martins, ansioso indagador de la literatura portuguesa desde una tierra en la que viven muchos lusitanos que podrían ser parte –ojalá- de las inteligentes travesuras de Goncalo M. Tavares, quien nos acaba de encontrar en sus páginas y Juan nos lo acaba de regalar en esta búsqueda incesante que debe ser atendida como se atiende un libro para llevar a todas partes.

(Nota / Prólogo para el libro de ensayos de Juan Martins “Goncalo M. Tavares: “El secreto de su alfabeto”, publicado con los auspicios del Instituto Portugués de Cultura y el Instituto Camoes Portugal / Ministério Dos Negócios Extrangeiros. Editado por Ediciones Estival, Maracay, 2019)

 

Él es Vila-Matas, no soy Bartleby

Destacado

Vila-Matas y su navegación: «Reunidos todos los personajes, en la búsqueda permanente de una unidad que al final se desvanece, Enrique Vila-Matas se construye personaje en esta aventura que Juan Martins ha asumido para deshacerse de sus propios fantasmas. No es de extrañar que el autor de este ensayo, un dramaturgo que se ha visto acompañado del relato y de la poesía, entre en el laberinto de una escritura en la que el escritor barcelonés es el centro, el magma que lo hace andar de puntillas sobre la lava de las palabras para alejarse, paradójicamente, de unos personajes que lo han abordado y acosado por varios años. Vila-Matas es una enfermedad contagiosa. Se añade a la vida de quienes lo leen, porque él mismo, Vila-Matas, es personaje, su propio augurio, y a la vez su propio crítico. En este intento de Martins, el otro del autor catalán se amasa cuerpo en su búsqueda: siempre aspira al desvanecimiento, a la desaparición. Una metáfora de la literatura…»/ Alberto Hernández.

Él es Vila-Matas, no soy Bartleby/Ensayo
1ª edición: © Ediciones Estival 2014
Colección El vitral de Duchamp nº 1
ISBN: 978-980-12-7542-8

 

Caperucita ríe a medianoche

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Juan Martins desea mostrar las relaciones estrechas entre texto y riesgo escénico, liberando las posibilidades del actor a interpretar cualquier personaje de estas tres piezas que están unidas por el estilo. Siendo ganadoras de diferentes premios, tan-to en Venezuela como en España, su autor ha querido agruparlas en este volumen para el público hispano de la ciudad de Nueva York y todo aquel interesado en una escritura más cercana a la alteridad del espacio escénico o a la experimentación con el lenguaje: la tensión dramática no se separa de la condición física del teatro: el actor construye con el cuerpo lo que el dramaturgo con la palabra. Por tanto el lector encontrará estructuras heterodoxas para su representación. En su lugar, teatralidad ante la fluidez del texto, no sin menos mostrar su dominio narrativo. El rigor del actor (a quien están dedicadas con afecto y compromiso intelectual) acercará a los diferentes discursos en este ejercicio dramatúrgico.

Caperucita ríe a medianoche/Teatro
The Latino Press
First Edition, 2010
Copyright © 2014 by Juan Martins
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